Andrés «Pillín» Bracamonte había escapado de 29 atentados contra su vida. Una clara emboscada minutos, después del partido de Rosario Central contra San Lorenzo, fue asesinado a balazos.
La muerte de Andrés «Pillín» Bracamonte, jefe de la barra brava de Rosario Central, junto a su ladero Daniel «Rana» Atardo, ocurrió minutos después del partido que su equipo perdió contra San Lorenzo. Su figura, asociada a redes del narcotráfico y otros negocios ilegales durante décadas, deja ahora varias pistas sobre quiénes podrían estar detrás del atentado, especialmente la Banda Los Monos. Lo que queda claro es que Rosario enfrenta un nuevo auge de violencia, a pesar de las promesas de seguridad de la ministra Patricia Bullrich y el gobernador Maximiliano Pullaro.
Sin Paz
Este asesinato marca el final de la supuesta disminución de homicidios en Rosario. Patricia Bullrich, actual ministra de Seguridad, había anunciado una política de “mano dura” que, según sus declaraciones, iba a disminuir de forma permanente la violencia en la provincia, especialmente en lo que respecta a los homicidios vinculados al narcotráfico. En diversas ocasiones, Bullrich afirmó que se estaban logrando avances significativos, gracias a operativos conjuntos y a un supuesto control sobre las disputas de poder en la ciudad. Sin embargo, el asesinato de Andrés «Pillín» Bracamonte desafía estas promesas, reavivando las tensiones y la inseguridad en una ciudad que continúa marcada por disputas territoriales y negocios ilícitos.
Historial
Pillín estuvo al frente de la barra del Canalla desde el comienzos del siglo XXI, aunque algunos lo ubican ya en ese rol desde 1999.
El barra no podía entrar a la cancha desde 2018. Antes de un partido de Central por la Copa Argentina, Bracamonte fue detenido mientras repartía entradas de protocolo, destinadas a dirigentes, en las inmediaciones del estadio de Lanús, donde se disputó el partido. Sólo quedó unas horas demorado. Pero la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (APreViDe) dispuso su prohibición de ingreso a los estadios. En junio de 2010 fue uno de los diez barrabravas argentinos que no pudieron ingresar a Sudáfrica y fue deportado a la Argentina. Bracamonte, quien tenía tres causas judiciales en trámite, había sido autorizado por la Justicia local a salir del país.
También cargaba con causas por presunto lavado de dinero, por un lado, y violencia de género contra su pareja, por otro.